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  • Foto del escritorPsicóloga Dalia Villasana

Fábula del caballo perdido.


Hace muchos años, en una aldea del norte de China, vivía un hombre que tenía un caballo espléndido. El caballo era tan hermoso que la gente recorría leguas y leguas solo para poder admirarlo. Todos decían que era una bendición tener un caballo como ese.


-Tal vez -decía el dueño del caballo-, pero lo que parece una bendición puede ser una maldición.

Y la gente pensaba que el hombre era un pesimista y un ingrato.

Una mañana el hombre encontró su establo vacío, con la puerta abierta. El caballo había escapado, o alguien se lo robó.

La gente acudió a decirle al hombre cuánto lamentaban su mala suerte.


-Tal vez -dijo el hombre-, pero lo que parece una maldición puede ser una bendición.

Y la gente pensó que era un necio.

Semanas más tarde, el caballo volvió, pero lo seguían veintiún caballos salvajes. De acuerdo a la ley, los veintiún caballos pasaron a ser propiedad del hombre.

La gente acudió una vez más a felicitarlo por su buena suerte.


-Tal vez -dijo-, pero lo que parece una bendición puede ser una maldición.

Poco después, el único hijo del hombre se rompió una pierna tratando de domar a uno de los caballos salvajes.

Una vez más la gente lamentó su mala suerte. Y una vez más el hombre respondió lo mismo:


-Tal vez, pero lo que parece una maldición puede ser una bendición.

Al día siguiente el prefecto llamó a filas a todos los jóvenes de la aldea para luchar contra una invasión del país vecino. La batalla fue terrible y todos los jóvenes que habían ido a pelear murieron. El único que sobrevivió fue el hijo del hombre, que tenía rota la pierna.

Desde entonces en la aldea, pase lo que pase, todos dicen:

Lo que parece una bendición puede ser una maldición.

Lo que parece una maldición puede ser una bendición.



Bella fábula que nos lleva a reflexionar sobre la vida misma, todos pasamos por buenas o malas etapas, todo cambia, nada permanece estable y lo que podría parecer una desgracia al final termina siendo una bendición.

Finalmente, la fábula nos lleva a cuestionarnos sobre la aceptación de las cosas que suceden en nuestra vida.

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