Reconocer las situaciones que nos presenta nuestra realidad, sobre todo las no deseadas, es aceptar que no podemos hacer nada para modificarlas, pero sí aprender de las mismas y asumirlas, para fortalecer nuestra tolerancia a lo que no nos agrada.
Puede ser la muerte de alguien querido, la terminación de una relación amorosa, una catástrofe natural o la presencia de un virus que cambia toda nuestra existencia.
La aceptación es el primer paso para poner en marcha una acción reparadora y mantener nuestra estabilidad emocional.
No hay que confundir aceptación con resignación, pues la última nos lleva a la inacción.
La aceptación es afrontar las situaciones que la vida nos da y centrarnos únicamente en lo que podemos controlar o corregir y de esa manera transformarnos durante el proceso.
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